En las calles de Madrid siempre hay una gata que persigue mariposas.
En las calles de Madrid siempre hay un niño que ríe o llora. A tandas o, a veces, a la vez.
En las calles de Madrid siempre hay unos labios que sonríen, de manera triste o alegre, pero de manera sincera.
En las calles de Madrid siempre hay unos ojos incapaces de abrirse por completo, que miran en su ensoñación sus cielos de Velázquez.