Latido V

Latido V

Se sentó en aquel avión y pasaron las horas. Comenzó torturándose a cada instante, imaginando aquello que para ella no debería existir, lo que para ella no debió haber existido. Atrapada en aquel lugar del que no podía salir corriendo para poder esconderse y llorar. Aferrada a su máscara hora a hora. Y tras cuatro horas volando, sintió que realmente volaba. Las piedras de su bolsillo, por algún extraño motivo, parecían haberse ido.

Todo parecía tan lejano entre las nubes.

Y a las cuatro horas comenzó a volar, sin estar del todo convencida si sería un nuevo vuelo kamikace o realmente el vuelo imperial del águila en libertad. Escribía, casi para tratar de adivinar qué estaba ocurriendo. ¿Por qué tan en paz? ¿Por qué tan ligera? ¿Por qué ahora? ¿Por qué así?

Quizá ayudaron los pensamientos de que no se pierde lo que no se ha tenido. Quizá ayudó aún más el ego de saber que, al final, sería lo que nunca tuvo ni tendría, y que al final los últimos “no” fueron suyos. El “no” a ser suya, el “no” a seguir siendo su muleta sin condiciones.