Somos precarios

Somos precarios

Soy precaria, mi vida es precaria. Y quizá todos deberíamos decirlo más. Vamos en silencio, ocultando nuestra realidad, como si no fuese la de casi todos la misma. Con una especie de velo de vergüenza.

Creo que si fuésemos más conscientes y lo dijésemos más, dejaría de existir ese extraño sentir de «no estamos tan mal», «la clase media» y demás falacias, que suelen ir acompañadas de una obscena romantización de la precariedad, que podemos encontrar en los grandes medios y que, parece, nos acabamos creyendo.

Si la gente que no es capaz de ser consciente de todo esto, escuchase una y otra vez a las personas de su entorno decir «soy clase obrera, precaria y casi pobre», es posible que cayese en la cuenta de que lo general, lo más extendido, es un «no estoy mal del todo, pero tampoco estoy ni medio bien».

Hemos perdido la conciencia de nuestra propia decisión, hemos comprado la historia de la «clase media», mientras echamos más horas que un reloj en nuestros trabajos, a cambio de un sueldo a la baja, que no compensa realmente nuestro esfuerzo, conocimientos y salud.

Un sueldo que da para pagar las facturas, la comida, el transporte… Y muchas veces para nada más. Pero «afortunados», porque muchos ni siquiera llegan a eso, «alegres, pero no mucho». Basta ya de engaños: NO eres CLASE MEDIA, eres CLASE OBRERA.

Y esto me recuerda al problema de las comparativas, comparativas tramposas que siempre hacen que ganen los de siempre. No te compares con el que está peor, es lo que muchos quieren, para que así te conformes y sigas siendo «carne a picar» para su beneficio, porque, oye, «podría ser peor».

Porque lo realmente dañino de compararnos entre nosotros, en vez de con ellos, es que esas comparativas acaban muchas veces en lo de siempre: nos jode que el de al lado tenga una mejora, y esa impotencia por nuestra propia situación hace que, a veces, nos ceguemos y el enemigo sea él, en vez de aquellos que no tienen intención de hacer más competitivas nuestras condiciones.

NO tenemos que luchar para equipararnos a la baja, para que a otros no les den más que nosotros. Tenemos que luchar para equipararnos a la alta, para que todos avancemos. A los de arriba les viene genial que los de abajo se pasen la vida tirándose piedras los unos a los otros porque, mientras tanto, nadie les va a pedir explicaciones a ellos.

Vamos a dejar de meternos palos en las ruedas.